Texto clave: "Antes lo
necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo flaco del
mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte; y lo vil y lo menospreciado
escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es; para que ninguna
carne se jacte en su presencia." 1 Corintios 1:27-28
1. Todos bajo condenación
Después de la caída de Adán y Eva, todos sus descendientes nacimos bajo la
condenación del pecado y alejados de la presencia de Dios. El virus del
pecado fue trasmitido a toda la posteridad de la primera pareja, exceptuando
a Cristo nacido bajo la carne, pero no bajo la maldición del pecado. Así lo
establece Romanos 5:19. "Porque así como por la desobediencia de un hombre
los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de
uno, los muchos son constituidos justos." Y añade Pablo en Romanos 3:10.
"Como está escrito: No hay justo, ni aún uno, no hay quien entienda, no hay
quien busque a Dios." La condenación del pecado no respeta razas,
religiones, estratos sociales.
2. Lo que éramos sin Jesucristo
La lista es interminable de los versos de la Escritura que nos relatan la
triste condición de los seres humanos nacidos después del pecado registrado
en Génesis 3.
"Siendo aún pecadores..." Romanos 5:8
"Destituidos de la gloria de Dios..." Romanos 3:23
"Muertos en nuestros delitos y pecados." Efesios 2:1
"... Éramos por naturaleza hijos de ira, también como los demás." Efesios
2:3
"...Rebeldes, extraviados, necios, sirviendo a concupiscencias y deleites
diversos, viviendo en malicia y en envidia..." Tito 3:3
3. Lo que somos con Jesucristo
Hay una diferencia entre nuestra condición pasada y la actual con
Jesucristo como nuestro Salvador y hermano mayor. Estos versos lo dicen
todo:
"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido, para que anunciemos las virtudes de aquel que nos llamó de las
tinieblas a su luz admirable." 1 Pedro 2:9. Este verso nos coloca dentro de
la misma presencia de Dios. En la antigua dispensación sólo los sacerdotes
podían entrar al santuario y oficiar delante del altar; pero ahora Jesús,
por su misericordia, nos da este privilegio de estar en la presencia de Dios
por su sangre preciosa.
"Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por
medio de nosotros, os rogamos en nombre de Cristo, reconciliaos con Dios." 2
Corintios 5:20. Ser embajadores del cielo es un privilegio dado a todos los
hijos de Dios; esta posición nos coloca por encima de cualquier título que
podamos recibir de los poderes de esta tierra.
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